sábado, 12 de junio de 2021

Historia corta - El deber de un ciudadano

 El deber de un ciudadano



    Había albergado la vana esperanza de que dar un paseo por las calles de Sandriver iría a resultarle de ayuda, aunque pronto comprendió que no le serviría para aislarse de lo que tenía lugar en la ciudad. —…— Mirara donde mirara, contemplaba cómo la urbe se preparaba para recibir algo más poderoso que el ejército formado por apenas unos soldados entrenados junto a civiles faltos de experiencia. A la nobleza, por su parte, no se la veía desde hacía varios días. Sólo las arengas redactadas por los aristócratas suponían una muestra de que pretendían tomar partido por la población civil en la batalla que se avecinaba. Los panfletos que colgaban en casi cualquier pared habían caldeado el espíritu patriótico, a juzgar por cómo los piquetes paseaban por los distintos barrios, en búsqueda de familias que todavía no habían enviado a sus varones a alistarse. Qavo, quien acababa de celebrar su septuagésimo cumpleaños, acababa de detenerse frente a una pancarta, en el que se instaba no a resistir frente al enemigo, sino a «aplastarlo sin piedad». — Ah, «nuestra Sandriver»… — Curioso que los dirigentes digan eso ahora, cuando se han encargado de mantener sus privilegios mediante sangre y espada en el pasado. Conforme meneaba la cabeza, comprobó que, lejos de ofrecer un plan bajo el cual la población pudiera guiarse a la hora de luchar, aquellas hojas suponían una mezcolanza de espíritu patriótico y enaltecimiento de un pasado que hablaba de cómo Sandriver había sobrevivido a todas las crisis hasta el momento. Toda esa lección de historia está muy bien, pero servirá de muy poco cuando esos mercenarios estén aquí. Qavo cruzó la mirada con otro viejo, cuyo rostro se hallaba marcado por las arrugas de la desesperación en su trayecto de vuelta al hogarEl individuo en cuestión había asegurado más de una vez que la élite de la ciudad se marcharía, con lo que la población se encontraría a su suerte a la hora de la verdad. Aquello le había valido las burlas de sus compatriotas; sin embargo, había algo que era un hecho indiscutible: las casas de los dirigentes se encontraban cerradas a cal y cantoLuego de apartarse una piedra, localizada entre su pie derecho y la sandalia del mismo lado, el anciano apretó el paso para volver al hogar en el que aguardaban sus seres queridos. —…— De camino, saludó a un puñado de niños, equipados con espadas de madera, a la espera de recibir armas de verdad. La estupidez ha conseguido que hasta estos pobres muchachos se crean guerreros de élite. La arrogancia hará que el dolor sea todavía mayor. La sequedad del ambiente hacía que, cada vez que daba una pisada, levantara nubes de arena que daban la impresión de seguirle allá donde fuera. La vestimenta que cubría el cuerpo de Qavo constaba de una túnica de rayas marrones de distinta tonalidad, bajo la cual el viejo portaba unos pantalones de tela fina; sin embargo, aquello no le ayudaba a sobrellevar la temperatura como había conseguido en otras ocasiones. Hace el mismo calor que durante los últimos días. Este ambiente no se debe a lo que aprieta el sol. Si bien se había limpiado el sudor de la frente varias veces durante el trayecto, había dejado de hacerlo al visualizar su hogar. — Ah… — Abrir la puerta jamás se le había antojado tan dificultoso como ahora. La llave entraba como de costumbre; sin embargo, la cerradura se resistía a girar. — ¿? — El grito de «¡Viva Sandriver!» realizado por parte de unos jóvenes recibió su eco de boca de unas féminas cercanas, que no dejaban de expresar su admiración por quienes defenderían la urbe. —…— Después de varios intentos, logró abrir la separación de madera por fin, con lo que pudo volver al cobijo de un hogar en el que la mayoría no compartía su punto de vista. Los varones pertenecientes a su familia ya especulaban con cómo colgarían las cabezas disecadas de los enemigos abatidos en las paredesMientras tanto, el exterior de la casa requería una renovación urgente, al haberse desprendido varios trozos de la fachadaSi bien los hombres habían prometido encargarse de la misma durante más de un año, sólo ahora, que la amenaza se cernía sobre Sandriver, observaba en su estirpe algo que no había visto con anterioridad. Mis muchachos se creen el cuento. Su esposa salió a su encuentro, en el que el beso que se dieron habló un idioma más elocuente que cualquier sucesión de palabrasSe trataba de detalles imperceptibles a primera vista, aunque suficientes para que Qavo supiera que su mujer se preocupabaEl anciano advertía cómo quien había sido su única novia antes de casarse apenas dormía así como los golpes hechos por un corazón que latía de manera irregular. Asimismo, había podido comprobar cómo su mujer tenía pesadillas entre lágrimas, un estado que intentaba no exteriorizar frente a los cuatro hijos y siete nietos que compartían. Estos últimos no dejaban de hablar acerca de la batalla en ciernes, deseosos de que las armas chocaran de una vez. Debería daros vergüenza hacerle esto a una mujer que tanto os ha dado. ¿Quién os cuidaba cuando teníais fiebre, maldita sea? Ni siquiera yo alcanzo a comprender el dolor de una madre. — Saludos, queridaNo… No traigo demasiada hambre, pero me sentaré con vosotros. — Su descendencia compartía su tez oscura, una abundante mata de pelo en la cabeza así como una barba recia. Los cabellos del viejo habían perdido en tonalidad para alejarse del color negro de su juventud, con lo que habían pasado primero por el gris para terminar en el blanco que delataba su edad. —…— La comida, que constaba de pan y un guiso de garbanzos, se desarrolló entre mensajes que resultaban iguales que los que podían verse en las calles hasta en la última de las letrasSe han aprendido de memoria las arengas. Lo que de verdad me duele es que ni siquiera dará tiempo a que sus esperanzas terminen destrozadas cuando el enemigo esté aquí. Cada vez que alguien preguntaba por su opinión con respecto a cuántos adversarios dejarían la vida a manos de una familia que en su mayoría constaba de individuos pletóricos, Qavo se limitaba a contestar con una sonrisa muy lejana a la naturalidadCuando lo hacía, su alma se encogía, debido a verse obligado a mentir a los suyos. En las circunstancias presentes, ya no había posibilidad de escapar, puesto que las patrullas se encargaban de que nadie saliera de la urbe amenazada. —…— Una vez la oscuridad engulló a Sandriver, el anciano esperó a que su esposa se quedara dormida, tras lo que no tardó en ver cómo la almohada había vuelto a llenarse de lágrimasSabe que me doy cuenta, pero ninguno disponemos de fuerzas para hablar del asunto. Desde la ventana, optó por no mirar hacia abajo, sino hacia arriba con el objetivo de enfocar las estrellas. Había oído de un comerciante que había ocasiones en las que aquéllas escuchaban los deseos de las personas que vivían a ras del suelo, por lo que Qavo decidió probar suerte. Si no hay manera de evitar la tragedia, que al menos salga alguien con capacidad y deseo de vengarnos. Un guerrero fuerte, capaz de destruir al Ancestro y a ese ridículo cultoSin embargo, un golpe de viento apagó las velas que tenía colocadas en la repisa correspondiente a la ventana abierta. La creencia popular indicaba que, cada vez que ocurría aquello, un hogar quedaba alcanzado por la mala suerte. — Hm… — Las risotadas que percibió desde una casa cercana le hicieron girar la mirada hacia la fuente de las mismas. El holgazán de Zeev y su familia viven ahí. Espero que no le ocurra nada a su hermano pequeñoEl padre está invirtiendo mucho dinero y esfuerzos para que al menos uno de sus hijos salga con estudiosLo siento, pequeño, ya que no tienes culpa de lo que hacen los adultos. Dulces sueños, Sandriver. La pesadilla dará comienzo muy pronto…

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