martes, 2 de febrero de 2021

Nueva historia corta - El Asiento (Parte I)

Hoy te presento una nueva historia corta ambientada en el universo de «Ascuas de la Creación», titulada «El Asiento - Parte I». En ella vivirás los instantes previos a la conocida como «Guerra del Asiento». El punto de vista es el del gobernador de la Líneas Independientes por aquel entonces y su guardaespaldas.

Como siempre, gracias por leer. Sería un honor para mí que dejaras un comentario con tu opinión.

Recuerda que puedes seguirme en mi página de Facebook y/o mi espacio en Patreon.

El Asiento – Parte I


    La tensión palpada en la Torre del Gobernador amenazaba con volverse incontrolable. Diversos emisarios llegaban tan lejos como especular con una guerra entre familias nobles por motivos que provocaban carcajadas en lugares como Punto Alto o incluso Venera. El líder de una urbe ubicada en las Líneas Independientes no había dejado descendencia, mientras que los demás integrantes de la familia no eran considerados aptos para ocupar su puesto. Siendo así la aristocracia local solicitó lo que llamó «un tiempo prudencial» hasta que se eligiera a un nuevo clan que rigiera los destinos de la ciudad-estado. Esto último significaba que se tomarían decisiones sin contar con ella hasta presentar un liderazgo alternativo. Asimismo, perdería su asiento actual en la cámara. Era aquella poltrona la que desataba desavenencias entre clanes en teoría aliados. Dos familias en concreto exigían recibirla como símbolo del estatus alcanzado gracias al aumento de su influencia. Sus patriarcas prometían recurrir a cualquier método para hacerse con ella, incluso la guerra si era menester. Los nobles en cuestión ya se encontraban en la isla, preparados para enfrentarse en la cámara. —…— El gobernador conocido como Janick Woodhound pertenecía a una familia que encabezaba un asentamiento dedicado a la caza. Su emplazamiento le concedía zonas boscosas cercanas, con una fauna variada de la que obtener tanto carne como pieles muy codiciadas en las Líneas Independientes. El contacto con éstas dio comienzo con los primeros intercambios comerciales, que trajeron riquezas y nuevos moradores al lugar. No pasó demasiado tiempo antes de que el asentamiento construyera murallas e instaurara un ejército permanente. El crecimiento de su población y la recién alcanzada prosperidad le valieron que las Líneas Independientes lo consideraran como ciudad-estado. La invitación para unirse no se hizo esperar, lo que significó deberes y obligaciones. Las cláusulas recogidas en los acuerdos concedían la seguridad del Tratado de Protección así como un comercio exclusivo, aunque también obligaba a la urbe a suministrar recursos en cantidades no conocidas con anterioridad. Si «Menapios» no alcanzaba las cuotas exigidas, el clan Woodhound debía afrontar multas que las Líneas Independientes cobraban sin piedad. Esto último introdujo conceptos antes lejanos para los compatriotas de Janick Woodhound, como los impuestos, la burocracia o complacer a la Unión de Banqueros. Cuando el ahora anciano fue sugerido como gobernador de las Líneas Independientes, su familia no dudó en enviarlo para ocupar el puesto. Sus integrantes se prometieron un respiro así como la posibilidad de nuevos pactos con los que conseguir mejores condiciones; sin embargo, la realidad mostraba algo bien diferente. Ya en la primera reunión Janick Woodhound comprendió que apenas pasaría de ser un moderador en la cámara, conforme los aristócratas más poderosos hacían y deshacían a su antojo. Los emisarios de estos últimos incluso se tomaban la libertad de interrumpirlo cuando así lo consideraban conveniente. Debido a la impotencia experimentada Janick Woodhound terminó por no hablar apenas durante las reuniones. Mientras tanto su patria seguía ahogada por unas deudas que no conseguía saldar sin los créditos ofrecidos por la Unión de Banqueros.

    Al lado del anciano se encontraba un individuo con la cabeza afeitada junto a una barba blanca que presentaba numerosos claros. Si bien aquel sujeto ya no se ejercitaba debido a la edad, retenía unos hombros anchos así como unas manos grandes atribuidas a su familia desde la generación de su tatarabuelo. —…— Al igual que ocurría en el caso de Janick Woodhound, sus ojos enfocaban el océano desde el balcón en el que se hallaban. Aquél suponía un pasatiempo que compartían desde que el gobernador aceptara las limitaciones acarreadas por su posición. Esos nobles vienen con sus barcos y escuadras a pavonearse. ¿Tanto cuesta comprender que tenemos un problema serio entre manos?

    Ambos llevaban unas fechas tatuadas en las muñecas, que casi ni se veían debido al paso del tiempo. La tinta estaba tan desgastada, que Janick Woodhound apenas distinguía el mes perteneciente a su nacimiento. Diversos incidentes como olvidar su cumpleaños, los nombres de sus sirvientes o dónde se encontraba su dormitorio eran achacados a «problemas de memoria temporales» por los curanderos. Estos últimos le dieron un remedio para tomarse todas las mañanas, aunque el anciano no experimentaba mejoría alguna. El bote se encontraba abierto en los instantes presentes, de modo que extendiera su fragancia a plátano por toda la habitación. — Ah… Shimot. Me alegra que hayas podido venir. — El gobernador de las Líneas Independientes se giró hacia su interlocutor, quien ni siquiera portaba una espada a aquellas alturas.

    El guardaespaldas expulsó un suspiro al oír aquellas palabras mientras se apoyaba en la barandilla perteneciente al balcón. Una mirada hacia su derecha le sirvió para ver cómo el noble entornaba los párpados para dormirse durante unos segundos, tras lo que los separó de nuevo sin percatarse de su desliz. Llevamos juntos toda la maldita mañana. Lord Janick… Al menos se acuerda de cómo me llamo ahora. Concluidos aquellos pensamientos Shimot se obligó a esbozar una sonrisa al tiempo que movía la nariz sin darse cuenta. — Por supuesto, lord Woodhound. Siempre estaré cerca para protegerte.

    Instantes después de que su guardaespaldas le limpiara un resto de saliva asentado sobre la barbilla, el aristócrata extendió la mano diestra hacia el frente. Los temblores en su extremidad derecha aumentaban con cada día transcurrido, de modo que ni siquiera alcanzara a escribir una carta sin ayuda. Para ello también contaba con su guardaespaldas, quien se había convertido en su pluma. Lo que Janick Woodhound no sabía era que Shimot cambiaba buena parte de las palabras recogidas en las misivas. — Amigo mío… Estoy hecho un desastre, ¿verdad? Ya no sirvo para nada. Vamos… Sé sincero.

    ¿Cómo se supone que debo responder a eso? Está claro que el señor ya no es el mismo, pero achaco gran parte de lo que le ocurre a los desgraciados a nuestro alrededor. Esas sabandijas han dañado su mente poco a poco hasta dejarlo en este estado. ¡Es todo por culpa de las Líneas Independientes! Concluidos aquellos pensamientos Shimot meneó la cabeza para después dirigirse a su amigo. Mientras que en sus tiempos de juventud ambos incurrieron en bromas con respecto a su virilidad o valentía, ahora intentaba elegir sus palabras con sumo cuidado. No en vano encontró a Janick Woodhound llorando en numerosas ocasiones al no poder dedicarse a aficiones que antes realizó con regularidad. Esto último incluía la caza así como el dibujo o jugar a las damas. — Bueno… Algunos dirán que los viejos no valemos, pero hay que llegar a nuestra edad primero. Hemos tenido una buena vida, creo. — Antes del desastre que fue unirnos a Líneas Independientes, claro está. La peor decisión que mi patria ha tomado jamás Debimos darnos cuenta de que sólo nos hicieron promesas vacías con las que aprovecharse de nosotros, pero nos las creímos como niños pequeños. Mi gente arrastrará los efectos durante generaciones.

    Sin advertir la actitud de su guardaespaldas con respecto a las Líneas Independientes, el gobernador encogió los hombros durante unos segundos. — En eso estoy de acuerdo, mi buen amigo. Muy de acuerdo. — Janick Woodhound era el único integrante original de entre quienes sellaron el pacto para sumarse a las Líneas Independientes que quedaba vivo. En aquella época los posibles beneficios le permitieron visualizar una Menapios fuerte, que acumulaba tanto influencia como prestigio. Cuarenta años después el anciano se levantaba con la ropa interior mojada casi todas las mañanas, esperando a que la muerte lo reclamara. Todo ello mientras su patria quedaba relegada a una urbe que se veía obligada a cumplir cuanto le ordenaban las potencias más poderosas. — Ja… ¿Te acuerdas de tu boda?

    Rememorar aquel día dibujó una sonrisa en un rostro dominado por las arrugas. Shimot volvió a limpiar la boca a su señor, tras lo que entornó los párpados durante unos segundos. Su vestimenta negra le hacía pasar calor durante el verano; no obstante, insistía en no cambiarla. — ¿Cómo olvidarla, mi señor? La celebramos al aire libre y fuiste mi testigo. Ja, ja… Las mujeres comenzaron a gritar, cuando aquel oso quiso participar también. Mientras los demás fueron a por sus armas, lo inmovilizamos entre tú y yo. ¡Con las manos desnudas! Luego llegaron mis primos para matarlo con sus lanzas. Mi mujer lo puso para comer al día siguiente. La carne siempre sabe mejor cuando la caza uno mismo, ¿a que sí?

    Conforme Shimot terminaba su explicación, Janick Woodhound encogió las cejas al tiempo que se mordía el labio inferior. ¿Yo he hecho eso? ¿Hubo un oso en la boda? Eh… ¡Ah, sí! ¡Claro! La bestia me dejó sin el meñique zurdo. Tras enfocar su mano izquierda durante unos segundos el patriarca del clan Woodhound sintió un pañuelo húmedo sobre su frente sudorosa. El gobernador de las Líneas Independientes dejó que Shimot terminara, tras lo que agarró sus brazos. — Ah… ¡Me hubiese encantado probarlo! Tu esposa cocina de maravilla. Esa salsa con cebolla y setas es un regalo de los dioses.

    Si bien el guardaespaldas separó los labios dispuesto a responder, pronto volvió a juntarlos. Al contrario que su interlocutor no olvidaba que éste vino a su casa para almorzar al día siguiente. —…— Ver a su amigo así provocaba que se le encogiera el corazón, siendo su objetivo primordial sobrevivir el tiempo necesario para no dejarlo solo en aquel lugar. La bestia me habría despedazado de no ser por él. Lord Janick hasta perdió un dedo por mí. La de veces que nos salvamos el uno al otro para que ahora no pueda hacer nada por él salvo limpiarlo y entretenerlo

    Lejos de advertir la tristeza que plagaba el alma de su amigo Janick Woodhound reparó en otro hecho perteneciente a un pasado que se le antojaba cada vez más lejano. En aquellos tiempos el clan actuó con presteza para defender su patria de una amenaza venida de los mares. No pocos habitantes de Menapios especulaban con que el lugar era más fuerte antes, sin ejército ni tampoco murallas. — O como cuando nos atacaron los corsarios de Kai, ¿eh? Pensaron que no seríamos más que otro asentamiento sin defensas, sólo para comprobar que con los habitantes de Menapios no se juega. ¡No, señor! — El gobernador esbozó una sonrisa, que pronto encontró réplica en el hombre que tenía a su lado. Desde aquel balcón podían verse cómo diversas escuadras paseaban por las calles con sus estandartes, en un intento por demostrar su poderío. Aquello no distraía a Janick Woodhound, quien dio unos golpes al aire hasta que se cansó. Fue preciso que su guardaespaldas le acercara agua a los labios para que bebiera un trago. — Gracias, amigo mío. Esto… ¿Por dónde iba? ¡Eso, eso! Vinieron a quitarnos el oro, la comida y las mujeres, pero los pocos que sobrevivieron se fueron bien escarmentados. ¡Tú mismo mataste a su líder en combate y luego lo tiraste al océano, Shimot! Qué rápidos y fuertes éramos, ¿verdad? — Su guardaespaldas asintió después de soltar el vaso en la mesa cercana, algo que animaba a Janick Woodhound. Este último juntó ambos puños de manera que sus nudillos se tocaran entre ellos. — ¡Un día glorioso! Buenos tiempos… Lo contentas que se pusieron nuestras mujeres cuando volvimos, ¿eh? La noche fue maravillosa. Nos recibieron como héroes y nos prepararon una cena con la que alimentar a una jauría entera. Oye, Shimot… ¿Sigues escribiendo a la tuya? Envíale una carta cuando puedas, hombre. Comprendo que no quieras traértela, pero es bueno que tu esposa sepa algo de ti de vez en cuando.

    Aquellas palabras propiciaron que Shimot experimentara un sabor desagradable en el paladar. Esto último lo obligó a tragar saliva, sin que aquello le sirviera para neutralizar el nudo formado en su garganta. ¿Cómo voy a escribirle a alguien que está muerto, mi señor? No volverá Los ojos de Shimot comenzaban a humedecerse, sin que Janick Woodhound comprendiera que su amigo se encontraba a un paso de llorar. Lo único que le sirvió al guardaespaldas a la hora de aguantar las lágrimas fue centrarse en la escala de su amigo. — Bueno, bueno, lord Janick… Es la hora. Tenemos que ir a la reunión, ¿recuerdas? La del asiento…

    No pasó demasiado tiempo antes de que el patriarca del clan Woodhound meneara la cabeza. Si bien se dispuso a contestar, tuvo que esperar a que su amigo le limpiara la nariz primero. Sólo entonces Shimot dio unos pasos hacia atrás. — ¿Qué reunión? ¡Yo no tengo ninguna reunión hoy! ¿Y qué asiento? No, no, no, no, no… Ya he cumplido todas mis tareas, así que no pienso ir a ninguna parte. — Percibir las pisadas cercanas dio lugar a que el noble contrajera el rostro al tiempo que expulsaba un gruñido. Una sirvienta abrió la puerta perteneciente a la habitación con el fin de recordar al gobernador que se le esperaba. — Dile que se vaya, Shimot. No quiero a nadie más aquí que no seas tú. Sálvame de esa gente…

    Ojalá pudiera cumplir ese deseo, pero nada es fácil en las malditas Líneas Independientes. El guardaespaldas realizó un movimiento con la mano zurda, tras lo que la joven se dispuso a abandonar la estancia. Una vez comprobó cómo la fémina salía por la puerta llevó a su amigo hacia el pasillo adyacente, decorado con cuadros dedicados a la caza. Uno mostraba al propio gobernador, en unos tiempos en los que todavía podía subir a caballo. — Tienes que ir, mi señor. Tú mismo me pediste que no te dejara escabullirte. ¿Qué clase de amigo sería si incumpliera mi promesa? — Shimot permitió que Janick Woodhound se apoyara en su brazo diestro para así no perder el equilibrio. Que cubriera la cabeza de su amigo con una capucha impedía que los demás vieran su cara al completo. Si lord Janick no aparece en esa sala, nuestra patria sufrirá todavía más.

    El gobernador protestó durante varios minutos, aunque terminó por cansarse conforme se acercaban a la sala de reuniones. Sin que fuera necesario que diera la sesión por iniciada, los nobles presentes ya discutían el asunto del palco libre. —…— A los más importantes los habría reconocido tiempo atrás, algo que ya no era el caso. Janick Woodhound tomó asiento en su silla, esperando que el encuentro terminara lo antes posible y sin incidentes. Aquél suponía un deseo que no se convertiría en realidad…


No hay comentarios:

Publicar un comentario