viernes, 8 de marzo de 2024

Nueva historia corta - Las Matronas del Ancestro: Parte Primera

 

Las matronas del Ancestro – Parte primera

 

       

        El viaje quedó interrumpido de forma repentina, cuando el carruaje pasó por encima de una roca que el conductor no vio al quedarse dormido. Nada más agarrarse a un lateral para no caerse del asiento, aquel sujeto se atragantó con su propia salvia. No pasó demasiado tiempo antes de que irrumpiera en golpes de tos y su barbilla quedara recorrida por hilos transparentes. — ¡COF, COF, COF! — El soldado que ocupaba la posición delantera meneó la cabeza durante unos segundos, tras lo que ordenó a su yegua detenerse. Esto último fue imitado por el resto de la comitiva, incluyendo a quienes se veían obligados a caminar al no poder costearse un pasaje. Instantes después de recuperarse, el hombre a las riendas levantó la mirada para enfocar a los caballos. Aquellos animales de edad avanzada no daban la impresión de hallarse nerviosos, sino que disminuyeron la marcha poco a poco hasta pararse. Las bestias no tardaron en bajar sus cabezas para entretenerse con la hierba en el suelo. — Ah… Maldita sea… — Fue entonces cuando el conductor alzó la mano diestra, aunque la caravana dejara de moverse minutos atrás. Acto seguido se bajó con la ayuda de la escalera, tras lo que caminó alrededor del vehículo mientras se rascaba sus cabellos sin lavar. Nada más llegar a la rueda trasera derecha, vio cómo ésta presentaba varios desperfectos que la convertían en inservible. Tres radios se hallaban partidos, junto a un eje que amenazaba con salirse en cualquier momento. Otro adulto se le acercó a paso raudo para interesarse por cuándo podrían reanudar el viaje. El cochero pestañeó durante unos segundos para, acto seguido, encoger los hombros. — ¿Que necesitas llegar esta noche? Me temo que no. Hay que arreglar esto mañana por la mañana. Está demasiado oscuro ahora. — Que su interlocutor insistiera dio lugar a que el conductor lo interrumpiera con rapidez. — ¡Cállate! Si no te gusta, vete andando solo y no molestes más. Igual hasta alegras la noche a un ladrón… — Sus palabras se vieron replicadas con cómo su interlocutor se daba la vuelta entre maldiciones. El hombre de pelo revuelto no tardó en expulsar un suspiro, tras lo que enfocó el cielo estrellado. Aquél presagiaba riquezas y salud, según diversas leyendas que le resultaban conocidas. Conforme el conductor daba de comer a los caballos, unas niñas se bajaron del remolque. Este último contenía la carga más importante transportada por la caravana. A sus integrantes les esperaban doce monedas de oro por cada jovencita en su destino, más del triple en comparación a lo que pagaban otros viajeros para no ir en solitario. Todas las chicas debían terminar en el mismo lugar, una torre cuyas llamas superiores podían verse desde la distancia. Si bien la llegada se retrasaría a causa del incidente, el carpintero encargado de comprobar la rueda aseguró que «pondría una de repuesto mañana». Asimismo, concluyó que «los gastos se descontarían al idiota responsable», algo aprobado por los soldados que custodiaban la comitiva. Malditos desgraciados. ¡Ya me gustaría verlos a ellos pasarse tanto tiempo en mi lugar!

Que se concediera importancia a las niñas quedó patente cuando el curandero de la caravana levantó a una del suelo para después sentarla en una piedra. La jovencita que era tratada por un individuo que sobrepasaba los sesenta años fue desterrada de su patria por su propia progenitora. La noble decidió expulsarla tras verla nacer con un tono de piel diferente al de su marido. Tras obtener la aprobación de un curandero conocido, la aristócrata atribuyó su condición a «una maldición de Kai». Fue así cómo ocultó que el padre era alguien distinto a su esposo y que yació con un corsario meses atrás. Durante años la pequeña pasó por diferentes familias y orfanatos, hasta que alguien decidió canjearla por un saco de zanahorias. — Déjame ver. — El hombre de cabellos canosos no tardó en apartar una mano que le cabía en la palma diestra. La pequeña no habló durante toda la travesía, aunque no por no mostrarse dispuesta a abrirse a sus compañeras. Estas últimas descubrieron con rapidez que jamás aprendió, dando lugar a que algunas intentaran enseñarle palabras sueltas. — Ya sé que te duele. Venga… Te daré una golosina, si dejas de moverte. — Nada más rodear la cabeza de la pequeña con un vendaje, aquel hombre cumplió su promesa al entregarle un caramelo masticable con sabor a leche. Esto último dibujó una sonrisa en el rostro perteneciente a la niña, quien caminó hacia unas muchachas que la llamaban.



            Una constelación visible en el firmamento recibía el nombre de «Nkhono». Aquél se lo colocaron los sabios residentes en los Pilares; no obstante, la población común la conocía como «el Caracol» por sus formas. La jovencita con más edad en el grupo que era llevada a la torre comprobó cómo unos mayores compartían sus provisiones con ellas. No pasó demasiado tiempo antes de que alguien le entregara unos filetes adobados, algo que jamás degustó en su patria. Durante sus tiempos en esta última, se vio obligada a alimentarse con cualquier cosa que encontrara. Aquello abarcó desde ratas hasta el moho de las paredes. Cuando un desconocido le prometió que «no volvería a pasar hambre», la adolescente lo acompañó a ver al mismo curandero que viajaba con el grupo ahora. Aquel individuo le inspeccionó diferentes zonas pertenecientes a su cuerpo, como las piernas, las caderas y unos pechos por aquel entonces incipientes. Nada más concluir aquella labor, la dio «por válida» para después repetir el proceso con otras candidatas. —…— Tal y como la jovencita presenció durante los días previos, unos mayores se aguantaron el sueño hasta la medianoche. Entrada ésta, numerosos viajeros se sumaban a un rezo colectivo sin que individuos como el cochero participaran. Cuando la adolescente preguntó al conductor por qué tantos adultos actuaban de aquella forma, el segundo se limitó a contestar que «no están bien de la cabeza». Me gusta ver cómo llaman al Ancestro todos juntos. No sé quién es, pero debe de ser maravilloso por cómo lloran algunas mujeres. Concluidos aquellos pensamientos la muchacha llamada Jioli reparó en cómo los adultos formaban un círculo para bailar entre cánticos. Fue tras terminar la danza conjunta, cuando aquellas personas se arrodillaron como parte final de la coreografía. ¿«Medina»? ¿«Los dioses agresores»? El Ancestro nos salvó… Los movimientos captados por sus ojos se repetían todas las noches, poniendo sobre relieve que fueron ensayados a conciencia. Jioli no reparaba en cómo alguien pasaba junto a ella, en unos instantes en los que un sacerdote alzaba los brazos. Yo también quiero participar alguna vez.

            No pocos centinelas armados abandonaron la vigilancia para sumarse al ritual, aunque desde el primer día comprobaron que las niñas no se marchaban a ninguna parte. Para ello no hacía falta ni amarrarlas ni tampoco amenazarlas. Una de ellas respondía al nombre de Relet, cuya tez oscura invitaba a pensar que nació en tierras áridas. La adolescente contó cómo «vivió con un grupo nómada durante más de doce años, hasta que fueron derrotados por otro colectivo errante en una batalla». Mientras que los supervivientes masculinos terminaron masacrados y las mujeres asimiladas como concubinas, las niñas fueron vendidas a unos sacerdotes. No en vano éstos pagaban incluso mejor que los esclavistas de Kai, a quienes despreciaban en público. Al igual que tantas otras compañeras, Relet se encontraba familiarizada con las promesas hechas a las muchachas. Nada más ver cómo una apartaba la cara mientras apretaba un peluche de cabeza arrancada contra su pecho, la jovencita se agachó a su altura. — Esta gente es un poco rara, pero nos darán comida y un hogar. Todo irá bien. Estoy segura. — Si bien no le faltó lo primero durante su existencia como nómada, también sabía lo que era dormir sin un techo sobre la cabeza. Relet todavía recordaba pasar tanto un frío paralizante como un calor asfixiante, según las horas del día. Se acabó por fin eso de ir de un lado a otro. Pensé que terminaría en manos de un seboso al que limpiarle el trasero cuando me capturaron. Menos mal que aquí hay muchos hombres jóvenes y guapos. La adolescente rozaba los dieciséis años, lo cual daba lugar a que percibiera a las personas que la rodeaban de manera diferente. Esto último abarcaba sobre todo a los hombres, despertando no pocos soldados su curiosidad. A uno lo espió al orinar, mientras que soñó con otro vigilante durante la noche anterior. El individuo en cuestión pasó por su lado sin saludar, algo que no impidió a Relet expulsar un suspiro. ¡Qué alto y fuerte es!

            También Jioli se fijaba en los integrantes del sexo opuesto, aunque sus características favoritas eran otras. La muchacha observó a un hombre con un libro en las manos, aunque desvió la mirada al reparar en los llantos a su derecha. Éstos procedían de una niña, que perdió tanto a sus padres como su casa en un ataque orquestado por unos corsarios de Kai. Fue durante el saqueo cuando quedó capturada por un individuo llamado Spiro. Aquél le ofreció «acogerla en el barco como su criada personal»; no obstante, la niña decidió no seguir sus órdenes. Tal fue su negativa a integrarse en el grupo, que incluso escupió a los corsarios y los maldijo en público. Harto de los constantes desafíos contra su autoridad, el capitán, un hombre llamado Niles, decidió canjearla por un perro. Jioli no sabía cómo su compañera terminó en el mismo colectivo que ella, ya que ésta no contaba nada más acerca de sí misma. Lo que sí veía con frecuencia era cómo la niña sonreía siempre que se le acercaba el mismo adulto. Aquél le aseguró que «ya faltaba poco», así como que «todo iría mejor una vez alcanzaran la torre». Yo también creo que vamos a un buen sitio. Se supone que la fe hace mejores a las personas. Tras agarrar la manta que le tendía un sacerdote, la adolescente dio rienda suelta a su curiosidad. Mientras que algunos adultos apenas hacían caso a sus preguntas, el hombre a su diestra esbozó una sonrisa ante el interés mostrado. — Disculpa. ¿Puedes contarme algo más acerca de vuestros rituales? ¿Participaré algún día? — Conforme se dirigía a él, la muchacha reparó en una nuez pronunciada. Esta última quedaba acompañada por una mandíbula definida y una mirada de ojos marrones que invitaban a perderse en ella.

            Antes de contestar a los interrogantes planteados, el joven rodeó a su interlocutora con el cobertor. Lejos de conceder las respuestas deseadas, dejó más preguntas a su paso. — ¿Quieres rezar, dices? No hace falta que te preocupes por eso, ya que vas a hacer algo mucho más importante. ¿Quién sabe? Quizá hasta seas la elegida que llevamos esperando durante tantos siglos. — El sacerdote se fijó en cómo numerosas niñas y adolescentes se giraban en su dirección. Apenas la pequeña del juguete roto desviaba la mirada. — Todas vosotras sois muy especiales. Las matronas del Ancestro debéis sentiros orgullosas de cumplir un deber sagrado hacia la humanidad. — Fue necesario que se le acercara un soldado para que el religioso entornara los labios. La sonrisa esbozada antes por el segundo se extinguió con rapidez, tras lo que se marchó sin añadir nada más.

            La mirada que les dedicó el vigilante dio lugar a que tanto Jioli como Relet cayeran en silencio. Al contrario que el religioso, aquel individuo casi no hablaba con ellas. Si bien las protegía y les llevaba cualquier cosa que le pidieran, apenas les miraba a los ojos. Los demás guerreros justificaban su comportamiento con que «se unió al grupo hacía unos meses», aunque aquello no evitaba que Jioli le sacara la lengua en cuanto el vigilante abandonó su campo visual. — Es un tonto.

            Relet se sumó a las risas a su alrededor, iniciadas por unas niñas que no sobrepasaban los nueve años cada una. No transcurrió demasiado tiempo antes de que la adolescente lanzara unos insultos a quien se alejaba, sin percatarse de cómo percibía hasta la última palabra. —¡Qué feo es! Tiene cara de cochino. — Días atrás las jovencitas descubrieron que aquél era uno de los pocos viajeros que había visto la torre por dentro. Cuando le preguntaron por ella, el vigilante las encaró con el silencio acostumbrado. — Corre, marrano… — No transcurrió demasiado tiempo antes de que aquel soldado se retirara hacia una hoguera recién encendida. Si bien se sentó junto a otros viajeros, no se sumó ni a sus conversaciones ni tampoco a las canciones entonadas. Relet no tardó en imitar a los sonidos hechos por un cerdo, hasta que un sacerdote próximo se carraspeó. Fue entonces cuando se fijó en otro hombre, que realizaba la travesía a lomos de su propia yegua. El soldado de ahí sí es guapo. Tiene una barba muy bien puesta y esos brazos… Me gustaría tener un novio pronto, que me proteja de la gente mala. Concluidos aquellos pensamientos la adolescente comenzó a limpiar la lona grisácea perteneciente al remolque en el que viajaba.

            Si bien Jioli era la mayor, tampoco sabía qué significaba ser una matrona del Ancestro. Según le contó a otra niña que se interesó por ello, «su labor pasaría por mantener presentable un templo». Nada más girarse, la adolescente percibió cómo una compañera imitaba la forma de caminar del soldado. — Para de una vez, Relet. Nos van a castigar, como sigas así. — La llegada de otro individuo interrumpió a Jioli al instante. Oler el perfume que se aplicaba aquel hombre propició que su corazón latiera con mayor rapidez.

            Aquel sacerdote de media calva llevaba una toalla mojada sobre los hombros. No en vano se bañó apenas unos segundos atrás en un lago próximo. — ¿Estáis todas bien? — La niña abrazada a su muñeco llamó la atención del religioso. Este último se agachó a su altura, tras lo que le tendió una golosina con manto azucarado alrededor. — No temas, pequeña. Te aseguro que todo merecerá la pena al final. Las matronas del Ancestro sois la esperanza de la humanidad. — Instantes después de pasar la mano diestra por la cabellera perteneciente a la niña sin que ésta aceptara su regalo, el sacerdote se irguió. Como de costumbre recibiría a diferentes viajeros dispuestos a confesarle sus pecados durante las horas siguientes.

            Mientras que Relet solía fijarse en hombres a los que consideraba fuertes, Jioli se decantaba más por el aura desprendida por sujetos como el religioso. En ningún momento parecía importarle que contara con casi cincuenta años o le asomara la tripa. Es listo y habla muy bien… Me encantaría encontrar a alguien así para que me enseñe cosas. ¡Quiero saberlo todo acerca del Ancestro! Concluidos aquellos pensamientos se dirigió a una Relet que sacudía la lona en los instantes presentes. — Me gustan los hombres inteligentes. Son más interesantes que los que sólo saben blandir una espada. Ya conocí a varios así, y os aseguro que son unos aburridos. — La contestación de Relet arrancó varias carcajadas entre las presentes, aunque Jioli se encontraba demasiado ocupada en observar al religioso como para hacerle caso a su compañera. Sólo cuando aquel individuo abandonó su campo visual, se volvió hacia Relet. Esta última observaba a la chica del peluche.





            Quien llamó la atención del sacerdote antes meneaba la cabeza sin apartar la mirada de un punto imaginario ubicado en el suelo. La pequeña fue sacada a rastras de su hogar, entregada por unos padres que la canjearon por tres galones de vino. El juguete que soltaba en muy contadas ocasiones era lo único que consiguió llevarse con ella. Fue cerca de su antigua casa donde conoció a un hombre, que contó una historia muy diferente a la que venía oyendo durante los últimos días. — ¿Sabéis qué nos harán, una vez lleguemos a esa torre?

            Instantes después de fijarse en unos ojos marrones cargados de lágrimas, Jioli se agachó junto a su compañera. Si bien intentó agarrar su mano zurda, notó cómo la pequeña la retiraba con rapidez. —…— También reparaba en cómo la niña movía la pierna derecha sin darse cuenta. ¿Por qué tendrá tanto miedo? Vamos hacia un lugar mejor.

            La pequeña resolló durante unos segundos, tras lo que bajó la mirada. Sus labios rozaron al muñeco con rapidez, conforme otro sacerdote insistía en que «debería tirar esa basura cuanto antes». Otro, por su parte, aseguraba que «ya aprendería lo que es la disciplina en su destino». — Todo lo que nos cuentan es mentira. Nos harán cosas terribles y nos tocarán… ¡No quiero que me toquen! No quiero… — Instantes después de tragar saliva, la niña notó cómo su nariz segregaba un hilo transparente que mojó su boca a los pocos segundos. Con un sabor salado en el paladar, la pequeña sintió cómo comenzaba a faltarle el aire. — Tengo miedo… No quiero… No quiero… No quiero…

            Mientras que Relet se limitaba a reírse, Jioli intentó calmar a su compañera. Para ello se sentó junto a la pequeña durante unos instantes en los que le tendió un pañuelo. La adolescente tragó saliva al comprender que su compañera no aceptaría el trapo. — No hagas caso a los que hablan feo del Ancestro. Vamos hacia un lugar mejor. — Con aquella certeza en el interior, Jioli se aseguró de que las demás se acostaran. Para ello contó con la ayuda de Relet, quien cantó una canción que conoció durante sus travesías previas para ayudarles a dormirse.

sábado, 21 de octubre de 2023

New short story - The Seat Part I

 

The Seat Part I


    The tension building up in the Governor’s Tower threatened to become too much to bear. Different emissaries were already speculating with a full scale war between noble factions, for reasons that made plenty of people laugh in places like High Point or even Venera. The leader of a city-state located in the Independent Lines did not leave any offspring, while his relatives were not seen fit to receive his position. Be as it may the local nobility asked for what it called «prudential time» in order to choose a new clan to rule their town. This meant that decisions would be made without said town until it could present an alternative leadership. It would also lose its current seat in the chamber. It was that very chair that led to a rift between clans which in theory were allies. Two families were demanding to receive the seat as a reward for their growth in influence and power. Their patriarchs already promised «to get it by any means necessary», even going as far as mentioning an «all out war to the bitter end». The nobles already arrived at the island, ready to confront each other in the chamber. —…— The governor known as Janick Woodhound was part of a family that led a location originally raised by hunters. Its site gave them a wealth of wooden areas nearby, with a wild fauna which provided meat as well as highly regarded hides in the Independent Lines. The contact with them started with the first trade exchanges, which brought riches and new settlers. It was not long before the village built walls and installed a permanent army. The growth in population and the new found prosperity were considered achievements that justified giving it the status of a city-state by the Independent Lines. The invitation to join them followed soon, but also the obligations. Being a part of the union granted an exclusive trade agreement as well as the Protection Treaty, however it also forced the city to give away resources in unknown quantities until then. If «Menapios» was not able to match the requested amounts, the clan Woodhound had to pay penalties which the Independent Lines collected without mercy. That introduced Janick Woodhound’s compatriots to concepts that were foreign to them before, such as bureaucracy or pleasing the Banker’s Union. When the now old man was suggested as governor, his family did not hesitate to send him to occupy the position. His clan was expecting a breath of fresh air and also the possibility to achieve better conditions, nevertheless reality showed something completely different. Since his first reunion Janick Woodhound understood that he wouldn’t be more than a glorified moderator in the chamber. In the meanwhile the more powerful nobles just kept imposing their rule. The emissaries for the latter even interrupted him whenever they saw fit. That kind of impotence led for Janick Woodhound to almost not talking during the meetings. In the meanwhile his homeland kept accumulating debt, which it could not pay back without the credits offered by the Banker’s Union. That formed a never ending cycle of loans and interests.

    On the old mans side was standing an individual with a shaved head and a white beard that showed numerous bald spots. Even if said person was not exercising anymore because of his age, he retained his broad shoulders as well as his big hands. The latter ones were attributed to his family since his grand grandfather. —…— Similar to Janick Woodhound, his eyes were staring at the ocean from the balcony where both men were. This supposed a pastime which they shared since the governor accepted the limitations of his post. Those nobles come here with their navy and armies to show off. Is it really that difficult to understand that we have a serious problem in our hands?

    Both of them had almost non visible dates tattooed on their wrists. The ink was so worn out that Janick Woodhound had difficulties distinguishing his birth date. Incidents like forgetting that very day, servant’s names or where his dormitory was located were attributed to «temporal memory issues» by the healers. They provided a remedy for him to take every morning, but without achieving any improvements. The jar was open which, led to its banana fragrance expanding across the room. — Ah… Shimot. I’m glad you found time to visit me. — The governor turned to his compatriot, who wasn’t even carrying his swords anymore.

    The bodyguard sighed as soon as he heard those words while he was resting on the railing. A short look to his right showed him that the noble closed his eyes to fall asleep for a couple of seconds. Right after those passed Janick Woodhound opened them again without noticing his slip. We have been together the whole freaking morning. Lord Janick… At least he remembers my name this time. As soon as he finished those thoughts Shimot forced himself to smile while he was moving his nose without noticing it.Of course, lord Woodhound. I will always be near to protect you.

    After his bodyguard cleaned a trail of saliva on his chin, the noble extended his right hand to the front. The shaking in his arm was getting worse with each and every day, so Janick Woodhound was not even able to write a letter without help from somebody else anymore. He could also count on his bodyguard, who turned to be his feather, for that matter. What he did not know was that Shimot changed most of the words many times. My dearest friendI am a disaster, am I not? So useless now Come on. Be honest with me.

    How am I supposed to answer a question like that? It is clear that the lord is not the same anymore, but the fault lies on the sad sacks around us. Those worms have been damaging his mind day by day until leaving him like this. This is all because of the Independent Lines! After finishing his thoughts Shimot shook his head after which he turned to his friend. Contrary to when they were young, a time in which both made jokes about their masculinity and bravery, now he was trying to choose his words carefully. As a matter of fact he found Janick Woodhound crying on different occasions, since the noble was not able to enjoy activities which were common for him not that many months ago. Those included hunting as well as painting or playing checkers.WellSome would argue that old people like us are useless, but one has to reach our age first. We had a good life, I think.Before the disaster of joining the Independent Lines, that is, the worst decision my homeland has ever made… We should have realized that they were making all those empty promises to gain power over us, but we believed them like little children. Our people will deal with the consequences for generations.





    Without noticing the attitude of his bodyguard regarding the Independent Lines, the governor shrugged his shoulders.I agree. I wholeheartedly agree, my good friend. — Janick Woodhound was the only member of his clan alive from who sealed the pact to join the Independent Lines. During those times the possible benefits of entering the union made him visualize a stronger Menapios, in order to amass wealth as well as prestige. Forty years later the old man woke up with his underwear wet almost every morning, waiting for Death to reclaim him. All that was happening while his homeland was forced to oblige every order given by the more powerful towns.HaDo you remember your wedding day?

    Getting to talk about that day formed a smile on a face marked by wrinkles. Shimot dried his lord’s skin again, after which he shut his eyelids for a second. His black clothes made him sweat during the summer months, however he insisted in not changing his style.How could I forget, my lord? We celebrated it on the outside and you were my witness. Ha, ha, haThe women were screaming like crazy when that bear wanted to partake as well. While the other men were running for their weapons we submitted the animal together. You and I. And with our bare hands, I might add! After that my cousins arrived to kill it with their spears. My wife served it for lunch the following day. The meat always tastes better when hunted by oneself, isn’t that right?

    While Shimot was finishing his explanation Janick Woodhound shrank his eyebrows biting his underlip in the process. I did that? There was a bear at the wedding? WellOh, yes! That damned beast left me without my left little finger. After focusing on said hand for a second the patriarch of the Woodhound clan felt a wet tissue on his sweaty forehead. The governor waited for Shimot to finish after which he grabbed his arms.Ah… I would have loved to taste it! Your wife is an amazing cook. That onion and mushroom sauce is a gift from the heavens.

    The bodyguard separated his lips ready to retort, however he put them back together immediately after. Contrary to his friend he did not forget how he came to his house to eat the animal the following day. —…— Seeing his lord like that made his heart skip a beat, being his goal to outlive him in order to not leave him alone in that place. That beast would have destroyed me if not for him. Lord Janick even lost a finger because of me. How many times have we saved each other and now the only thing I can do for him is to clean and amuse him

    Without realizing the sadness in the soul of his friend Janick Woodhound mentioned another moment of a past which seemed to fade away in the distance. During that time his clan was fast to organize a defense against a threat coming from the ocean. Many inhabitants of Menapios speculated «that the town was stronger before it had a regular army or the walls». Or when we were attacked by the corsairs from Kai, eh? They really thought that we were just another village without defenses, only to realize that nobody plays with Menapios’ finest. No, sir! — The governor cracked a smile which found a retort in the man standing beside him. Many squadrons with their flags were visible from the balcony, trying to show their strength. That did not bother Janick Woodhound who hit the air until he was too tired to raise his hands. His bodyguard had to bring close a glass of water so he could drink a sip.Thanks, my friend. WellWhere was I? Yes, yes! They came to rob us of our gold, our food and our women, but the survivors had to leave with the tails between their legs. You even killed their leader in battle and threw him into the ocean, Shimot! We were so fast and strong back then, aye?His bodyguard assent after leaving the glass on the nearby table, which enlivened Janick Woodhound. The noble put his fists together so his knuckles were touching. — A glorious day! Good timesOur women were so happy when we returned, eh? And the night was even better. They received us as heroes and prepared a dinner for a whole pack. Listen, Shimot… Are you still writing yours? Send her a letter whenever you can, my friend. I understand that you do not want to bring her here, but your wife should know about you from time to time.





    Those words formed a bad taste in Shimot’s mouth. The bodyguard swallowed saliva, without being able to neutralize the knot in his throat. How am I supposed to write to someone who is dead, my lord? She will not come back Shimot’s eyes were getting wet without Janick Woodhound realizing that his friend was on the verge of crying. The only thing that pushed the tears back for Shimot was to focus on his friend’s scale.Well, lord Janick… It’s time. We have to go to that meeting, remember? The one with the seat

    It was not long before the Woodhound’s patriarch shook his head. He tried to answer right away, but had to wait until his friend cleaned his nose first. Only then Shimot took a step back.What meeting? I do not have any meetings scheduled for today! And what is this about a seat? No, no, no, no, no… I have already fulfilled my duties for the day, so I will not go anywhere. — Perceiving nearby steps lead to the governor to snarl while he was shrinking his face. A female servant opened the door in order to remember the governor that he was expected to be somewhere else.Make her leave, Shimot. I want nobody here who isn’t you. Save me from those people

    If only I could make his wish a reality, but nothing is easy in the Independent Lines. The bodyguard moved his left hand, after which the young woman got ready to exit the room. As soon as he watched the servant leave Shimot led his friend to the nearby hallway, which walls were decorated with paintings about hunting. One of them showed the governor during a time where he could still ride a horse.You have to go, my lord. It was you who asked me not to let you wriggle out. What kind of friend would I be if I don’t fulfill my promise to you? — Shimot let Janick Woodhound lean on his right arm in order to not loose his footing. Him hiding his lord’s head under a hood was made so other people could not see his entire face. If lord Janick does not appear in that damn meeting, our homeland will suffer even more.

    The governor protested for a couple of minutes until he got tired. Soon after that they arrived at the meeting room, where the other nobles did not wait for him. They started the event and were already discussing the seat issue. —…— The most important ones he would have recognized before, but that was not the case anymore. Janick Woodhound sat down, waiting for the debate to end as soon as possible and without incidents. That turned out to be a wish that was not meant to be

viernes, 2 de septiembre de 2022

Nueva historia corta - Identidad en Tiempos en Corazones fríos


 Identidad en tiempos de corazones fríos


Jamás pidió desempeñar el liderazgo, hablar por los demás o ser convertido en referencia por los suyos. De hecho, llegó a afirmar durante su juventud que «no se veía desempeñando un puesto importante». Hamon ejerció durante años como mozo de carga en el astillero de Puerta al Paraíso, una época en la que vio ahogarse a su esposa e hija en el mar. Lo último que recordaba de ellas era cómo quedaban arrastradas por una corriente sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Poco importaron sus propios esfuerzos o los de unos vecinos que acudieron alertados por las voces. Las aguas alejaron a sus familiares más queridas, hasta que la marea se las tragó. Durante días Hamon recorrió la costa a nado y a pie, sin importarle que su capataz amenazara con despedirlo como «siguiera faltando al trabajo». Una tarde sus vecinos tocaron a la puerta para pedirle que los acompañara a la playa. El agua salada las devolvió a ambas, aunque hinchadas debido al líquido que tragaron antes de morir. Sólo necesitó unos segundos para reconocerlas, tras lo que Hamon las enterró en soledad. En vez de guardar luto o tomarse unos días de respiro, el hombre maduro regresó a su trabajo sin responder a los pésames de sus compañeros. Desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a su puesto en el astillero, con jornadas de hasta trece horas sólo interrumpidas para tomar un bocado o beber agua. Aquella entrega le valió convertirse en segundo capataz, recomendado por el mismo individuo que amenazó con dejarlo sin empleo en el pasado. Fue en aquella época cuando la población se enteró de que el clan Ragen pretendía sumar Puerta al Paraíso a una unión entre ciudades-estado próximas entre ellas. Los supuestos motivos para ello los suponían tanto «la amenaza ejercida por diferentes potencias exteriores y los corsarios» como «la creciente influencia de los banqueros». Aquéllos en contra mencionaban que «los extranjeros introducirían sus productos sin aranceles, de modo que los autóctonos apenas podrían competir con unos precios sujetos a bajar». Los rumores también ponían sobre relieve que «las urbes interesadas en la unión pretendían firmar un acuerdo de protección mutua, aunque sólo para cuando las beneficiara». Hamon siguió numerosas discusiones al respecto en su taberna habitual, en la que un hombre pronosticó «tiempos oscuros para Puerta al Paraíso». Aquél compartió sus propios puntos de vista para contrarrestar los planteados por quienes veían con buenos ojos el proyecto. No tardó en replicar con razonamientos tales como que «Puerta al Paraíso estaría obligada a ir a guerras que no la concernían aunque su población no lo quisiera así». También argumentó que «dar condiciones preferentes a unos aliados desagradecidos o ajustar los precios en su beneficio podría tener consecuencias catastróficas para los autóctonos». El orador no obtuvo demasiada repercusión con aquella aparición pública, aunque el propio Hamon se le acercó para darle la enhorabuena y declararse de acuerdo con sus puntos de vista. Quien jamás dio su nombre a Hamon notó con rapidez cómo aquél resumía sus argumentos con menos palabras. El desconocido pidió al segundo capataz «acudir a una reunión entre amigos» mientras compartían unas cervezas. Sin comprender las implicaciones que conllevaría aquel favor, Hamon se presentó en un encuentro que congregó a veinte personas. Cuando se dio cuenta de cómo su contacto faltaba, ya era demasiado tarde como para retirarse. Uno de los presentes le concedió el turno para hablar, tras lo que Hamon se acercó al estrado. Su forma de gesticular con las manos llamó la atención de numerosos parroquianos que se colocaron cerca para escuchar la intervención. La recién descubierta capacidad oratoria atrajo una atención cada vez más numerosa, hasta el extremo de quedarse pequeñas tabernas con cabida para cien personas. Aquella popularidad propició que diferentes individuos pagaran a Hamon por hablar ante quienes compartían opiniones similares. Esto último abarcaba tanto escenarios construidos en las plazas como casas particulares, especulando no pocos habitantes con que «pronto los Ragen quedarían derrocados por traidores». Si bien Hamon no exigió sus cabezas en un principio y hasta se mostró dispuesto a dialogar con ellos, la violencia lo alcanzó al tiempo que su notoriedad aumentaba. Tres fueron los intentos de asesinato a los que sobrevivió el hombre maduro, lo cual agrandó su leyenda todavía más. El segundo capataz recibió permiso de su propio jefe para «ausentarse del trabajo durante un tiempo», tras lo que diversos aristócratas lo tomaron bajo su protección. Los nobles en cuestión lo colocaron frente a la élite afín en múltiples compromisos que Hamon no pudo eludir, sin importar que aquél necesitara un bastón para caminar debido a una herida en la pierna. Esta última suponía la consecuencia más visible del día en el que un desconocido le propinó siete puñaladas seguidas. La tensión respirada en Puerta al Paraíso propiciaba que no pocos vaticinaran una guerra civil, con el propio Hamon mencionado «que el conflicto se hallaba cada vez más próximo». Según los entendidos en la materia, se suponía que los partidarios de la unión y los contrarios se hallaban igualados en cuanto a fuerzas. Todo parecía depender de dónde se colocarían otras ciudades-estado y los banqueros, en un enfrentamiento con potencial para hacerse largo. — Gracias. — Su fama le exigía mostrar su mejor cara en todo momento, algo para lo que un noble asignó una esteticista a Hamon.






Esta última respondía al nombre de Azalea, quien tenía como tarea ocultar todas las imperfecciones posibles. Esto último incluía ciertas cicatrices que Hamon tenía repartidas por el rostro, algo para lo que usaba el maquillaje que llevaba con ella en un maletín negro. — Ya estás. Has quedado muy guapo. — Aquella fémina llevaba su melena castaña suelta, algo que realzaba sus iris marrones.

Hamon se observó en el espejo que Azalea le colocó delante durante unos segundos, tras lo que asintió con los párpados entrecerrados. Instantes después de percibir cómo la fémina dejaba el cristal reflectante en una mesa cercana, el hombre maduro extendió la mano diestra en su dirección. Su gesto dio lugar a que la fémina sonriera al tiempo que se sonrojaba. — Eso sólo lo dices porque me ves con buenos ojos. — Pronunciadas aquellas palabras guió a su interlocutora de modo que tomara asiento sobre su regazo. Acto seguido intentó besarla; no obstante, encontró una resistencia que le resultó desconocida hasta aquel momento. Su interlocutora meneó la cabeza, tras lo que expulsó un suspiro que se extendió durante varios segundos. — ¿Qué ocurre?

Conforme su amante le pasaba los dedos pertenecientes a la mano zurda por su vientre marcado por las estrías, Azalea desvió la mirada hacia la puerta. Ambos percibían los murmullos de quienes se mostraban deseosos de escuchar a Hamon por primera vez. En aquella ocasión se trataba de unos soldados dispuestos a unirse al bando contrario a los Ragen. — Nada… Casi es tu turno para hablar. Esas personas necesitan oír tu mensaje. — Azalea acudió a algunas charlas similares, dadas por individuos que tuvieron que retirarse al percibir cómo nadie les hacía caso. Todo cambió cuando conoció a Hamon, quien conseguía convencer a numerosas personas sin importar que fueran nobles o pertenecieran al populacho. Azalea comenzó a dejarse ver en todos los lugares en los que habló el hombre maduro, hasta que alguien le propuso «cuidar del aspecto de nuestro orador».

Con los cabellos oscuros brillantes gracias al agua de peinado aplicada por la esteticista, Hamon esbozó una sonrisa que Azalea replicó al instante. En una conversación previa entre ambos, el orador compartió con ella que «encendió una llama en él que creyó apagada». — De acuerdo, pero quiero verte después. — Pronunciadas aquellas palabras sintió cómo la fémina le acariciaba su bigote recién recortado. Aquél suponía un gesto al que Azalea solía incurrir durante sus encuentros íntimos. Hamon incluso se disponía a proponerle que se mudara a su hogar cuando la tensión en las calles llegara a su fin e incluso coqueteaba con la idea del matrimonio. Bien… Tras percibir cómo la esteticista asentía, le permitió levantarse conforme intentaba controlar la tensión experimentada en sus partes más privadas. Entregarse a la pasión después de sus discursos le ayudaba a relajar los nervios acumulados durante el día, algo que compartía con su curandero personal a menudo. — Espérame aquí, bella flor. Volveré enseguida. — Recibido un beso al aire, Hamon atravesó la cortina que daba paso al lugar en el que aguardaba una pequeña multitud. La taberna se hallaba a rebosar, reuniendo a personas que no tardaron en ponerse en pie para aplaudir. Fue un noble al que conocía quien le sugirió «no hablar a los soldados subido a un palco, sino desde la cercanía como hizo al principio». Para ello aquel individuo le recomendó «colocarse entre ellos como uno más». Esto último fue algo a lo que procedió un Hamon que quedó rodeado con rapidez, dificultando la labor a los guardaespaldas asignados por el aristócrata. Los dos individuos en cuestión intentaban abrirse paso; sin embargo, unos guerreros vestidos con ropa de calle se lo impidieron. Mientras tanto el orador tomó en sus manos la jarra de cerveza que le ofrecía un guerrero próximo para después tomar unos tragos. ¡Salud, amigos! Ahhh… Su voz sonaba con una potencia tal, que extinguió los murmullos cercanos con rapidez. Esto último se debía también a que Hamon la entrenara a diario, mediante un régimen del que se encargaba un extranjero pagado por el noble. El forastero se mostraba estricto en todo momento, controlando que el nativo de Puerta al Paraíso respetara las comidas así como que realizara diversos ejercicios mediante los cuales fortalecer tanto pecho como espalda. Una vez más los movimientos de Hamon lograban que los demás no lo perdieran de vista. Aquello incluía posturas tales como cuando se daba un puñetazo contra los pectorales o el momento en el que alzaba el dedo índice diestro para después moverlo en círculos.¡Os saludo, amigos míos! Todos somos conscientes de que el momento de la verdad se encuentra cerca. Ha llegado a mis oídos que nuestros representantes pretenden llamar a ese proyecto tan ridículo, y que todos los aquí presentes aborrecemos desde lo más profundo de nuestras entrañas, las «Líneas Independientes». Puede que estén cerca de estampar sus firmas en esas hojas sin valor, pero eso no quiere decir que los verdaderos patriotas debamos aceptarlo. Durante demasiado tiempo hemos intentado un acercamiento pacífico, que se quedó sin recibir respuesta. Hasta me ofrecí hablar con los Ragen en persona; sin embargo, éstos hacen oídos sordos a nuestras justas reivindicaciones. ¡Esa vanidad suya debe terminar de una vez y para siempre! — Aquellas palabras desataron nuevos gritos de apoyo, por parte de unos asistentes subidos a las mesas traseras para así ver mejor. Tras asentir en la dirección de aquellos sujetos, el orador se giró con el objetivo de no dar siempre la espalda a las mismas personas. Asimismo, Hamon caminaba por la estancia, lo cual daba lugar a que los espectadores se empujaran entre ellos para así abrirle un pasillo. El entorno en el que tenía lugar su discurso se hallaba iluminado por numerosas velas, mientras que la madera empleada en paredes y suelo causaba un ambiente cálido. Aquello daba lugar a que la mayor parte de los presentes se desprendiera de sus abrigos poco a poco. — Todos sabéis cómo nos hablan quienes defienden el proyecto. Se atreven… Se atreven a llamarnos «ignorantes». ¡Nos insultan día a día y creen que así apoyaremos este disparate! Pues voy a deciros algo… Yo no veo a personas tontas o estúpidas aquí, sino a compatriotas preocupados por tantos trabajos y familias. Porque todos sabemos qué pasará, si alguien decide trasladar nuestros talleres o el astillero hacia otro lugar… Unos pocos se ahorrarán unas monedas y se harán todavía más ricos a cambio de dejar a nuestros compatriotas sin sus empleos. ¡Y que nadie piense que esto no tendrá consecuencias más allá! — Mientras se dirigía a los presentes, varios hombres aplaudieron al tiempo que chillaban a pleno pulmón. Hamon se vio obligado a aguardar unos instantes hasta que señaló hacia un rincón concreto, en el que se hallaban sentados unos soldados que ejercían como vigilantes en el puerto. A algunos los conocía de antes, mientras que otras caras no le resultaban tan familiares. — ¡Os digo aquí y ahora que el comercio se verá resentido, con lo que más trabajos se perderán! Cuando vengamos a darnos cuenta, tendremos a una multitud de exaltados en las calles clamando venganza. ¿Y sabéis a quienes llamarán para arreglar tal estropicio? ¡Exacto! A vosotros. Sois vosotros quienes deberéis mancharos las manos con la sangre de vuestros vecinos y amigos, y todo por una unión condenada al fracaso. — Pronunciadas aquellas palabras el orador vació otra cerveza al sentir la garganta seca. No transcurrió demasiado tiempo antes de que el posadero acudiera en persona, dispuesto a llenarle el recipiente cuantas veces fuera necesario. No en vano jamás reunió tanto oro como aquel día. — Todo lo demás es mentira. ¿Que estaremos mejor que antes? ¡Mentira! ¿Que tendremos más dinero? ¡Mentira! ¿Que conoceremos paz y prosperidad? ¡Mentira! A la miseria seguirá una revuelta sangrienta, conforme nuestros enemigos se preparan para robarnos a manos llenas. Tanto los de dentro como los de fuera… Fue entonces cuando Hamon señaló hacia la silla ocupada por un centinela cercano. Aquél la liberó con rapidez, de manera que el orador pudiera subirse encima. Su posición elevada le permitía enfocar cómo un soldado próximo apenas lograba controlar el temblor ubicado en sus manos.¡Escuchadme bien, amigos! Soy el último que desea una guerra civil, pero también sé por qué estáis aquí. Jurasteis proteger a Puerta al Paraíso y a su población. Los Ragen nos han traicionado, así que también os han traicionado a vosotros. Debemos salvar nuestra querida ciudad entre todos, aunque sea quitando de en medio a esos desleales. Si vais a mancharos las manos de sangre, al menos hacedlo por los vuestros. Os conozco… Sé que haréis lo correcto. — Sus palabras provocaron que el público aplaudiera con todas sus fuerzas al tiempo que incurría en nuevos gritos de apoyo. Numerosos presentes vitoreaban tanto su nombre como el perteneciente al aristócrata que lo apoyaba. No pocos especulaban con que este último sería «el nuevo líder de Puerta al Paraíso más temprano que tarde». — Gracias por escucharme y tened cuidado al volver a casa. Las calles son peligrosas.Su última petición era consecuencia directa de un incidente ocurrido días atrás. Durante el mismo un partidario de Hamon fue alcanzado por una flecha en el pecho. El curandero al que lo llevaron apenas pudo bajarle los párpados, conforme la esposa del fallecido acusaba a los Ragen de asesinato sin descanso. Diferentes partidarios de Hamon juraban «ajustar cuentas pronto», algo a lo que aquél no se oponía. Para ello les marcó diferentes objetivos, como la posada en la que solían comer unos compañeros de trabajo cercanos a la posición mantenida por los Ragen. Ninguno regresaría a su puesto al día siguiente… Las escaramuzas en las calles aumentaban en frecuencia, de modo que el orador no se entretuvo demasiado con los soldados que vinieron a presenciar su discurso. Hamon volvió a la habitación que puso a su disposición el posadero, donde se encontró a su amante pálida así como con lágrimas asentadas en los ojos. — Azalea ¿Qué te ocurre? — Al no obtener respuesta al interrogante planteado, invitó a la esteticista a ponerse en pie para envolverla en un abrazo y que apoyara la cabeza sobre su pecho. Aquello sirvió de ayuda para tranquilizarla en otras ocasiones. — Ven aquí, mi bella flor. No tienes de qué preocuparte. Te doy mi palabra… — Nada más besar aquella melena castaña, sintió cómo un objeto frío penetraba en su vientre. La sorpresa inicial no tardó en quedar desplazada por un dolor punzante que llevó al orador a dar unos pasos hacia atrás. — Ah, ah¿Qué? — Conforme la sangre bajaba por sus piernas para alcanzar los tobillos, agarró a Azalea por la melena. Fue entonces cuando reparó en cómo tenía un cuchillo alojado en la carne hasta la misma empuñadura, disminuyendo sus fuerzas con rapidez. — ¿Por qué?






El forcejeo resultó en que Hamon cayera hacia atrás, con varios mechones castaños entre los dedos. Una vez consiguió liberarse, Azalea se agarró el pelo conforme retrocedía hacia una mesa cercana. El dolor experimentado provocó que tragara saliva con fuerza. — Ah, ah, ah… Lo siento… Lo siento tanto, Hamon. No quería… Yo… Ojalá puedas perdonarme.La asaltante observó cómo su amante quedaba bocarriba, tras lo que la vida lo abandonó con rapidez. Segundos después la fémina desvió la mirada hacia sus manos temblorosas, en las cuales distinguió varias manchas rojas asentadas en los nudillos. Si bien Hamon la llamó en varias ocasiones antes de exhalar su último aliento, Azalea le dio la espalda con rapidez. — No… Para, por favor… — Fue entonces cuando el silencio regresó a la sala y un guardaespaldas del fallecido abrió la puerta que conectaba con el exterior. La atacante pestañeó varias veces, tras lo cual aquel individuo le ordenó «abandonar la posada». Nada más pisar el pavimento la mujer distinguió un carruaje al que se subió a toda prisa. En el interior encontró una pila con agua y jabón, así como un atuendo limpio. Nada más lavarse y cambiarse, fue instruida para colocarse una venda en los ojos durante el resto del trayecto. Aquél abarcó diversos baches así como que pasaran por numerosos puntos de control. La respiración cercana confirmaba a la fémina que alguien la vigilaba en todo momento, asegurándose de que no se desprendiera del trapo que le impedía ver. Sólo cuando dejaron atrás la zona comprometida, el supuesto protector de Hamon liberó a Azalea de la tela con la que ésta se cubrió los ojos antes.

Quien se hizo pasar por guardaespaldas se quitó la armadura en alguna parte del trayecto, de modo que ahora portara un atuendo formado por camisa y pantalón oscuros. Tras bajar del carruaje mediante un salto, colocó un taburete para que Azalea pudiera hacer lo propio. Instantes después de comprobar los alrededores se dirigió a una fémina que todavía sollozaba. — Era la única solución posible. Lo sabes, ¿verdad?

Con la intención de no pasar ni un segundo más de lo necesario junto a aquel sujeto, Azalea meneó la cabeza con las cejas encogidas. Estas últimas quedaban humedecidas por el sudor que transcurría por su frente. La fémina se encontraba en un pequeño puerto para pescadores vacío a aquellas horas de la noche, a juzgar por los barcos anclados que distinguía. — Sólo devuélveme a mi hijo de una vez…

Quien era un extranjero en realidad asintió con rapidez, tras lo que expulsó un sonido muy similar al de los periquitos autóctonos. Esto último propició que una mujer asomara de entre unos barriles con un niño agarrado a su mano diestra. La fémina aguardó a recibir la orden por parte de su superior, quien le dio permiso para soltar al pequeño transcurridos unos segundos. — Lo has hecho bien, Azalea. Mi jefe quiere que sepas que lo debido por tu marido queda saldado. Aquí tienes a tu hijo, un poco de oro para que os asentéis y un pasaje con el que viajar a Falzia. El capitán del barco es un poco arisco, pero no os molestará. Os deseamos lo mejor. Con su misión cumplida, se disponía a abandonar Puerta al Paraíso para volver a Venera. Allí le sería indicado su próximo destino y con quién colaboraría.

Las palabras anteriores le supusieron un alivio que no conoció en años. Todavía recordaba cómo la ilusión tras casarse con su esposo dio paso a los golpes y perderlo todo en las salas de juego o ver a su hombre con prostitutas. Azalea incluso fue perseguida por los recaudadores de deudas, como uno que la amenazó con «llevarse a su hijo como no pagara de una vez». Si bien el rostro perteneciente a Hamon la perseguiría durante años en forma de pesadillas, la asesina suspiró con una sonrisa en los labios al abrazar a su retoño ahora que las deudas formaban parte del pasado. — ¡Ven aquí! Mi hombrecito… ¿Te han tratado bien? — La fémina distinguió con rapidez cómo su hijo era un poco más alto que la última vez que se vieron. Asimismo, reparó tanto en su ropa como en unos zapatos nuevos. — No sabes cuánto te he echado de menos…

El niño quedó apretado contra el pecho de su progenitora, conforme los espías se retiraban. Ninguno de ellos se despidió ni tampoco volverían a cruzarse con Azalea. — Mamá… Para… Me haces daño. — Aquellas palabras dieron lugar a que su madre se alejara un poco, lo cual le permitió respirar como de costumbre. El niño no tardó en mostrar una bolsa con juguetes en el interior. — Sí, mamá. Me han hecho muchos regalos. La comida estaba muy buena… — Fue entonces cuando distinguió las lágrimas que recorrían el rostro de su progenitora. El pequeño le apartó varias de las mejillas, tras lo que tomó unas manos que temblaban. — ¿Por qué lloras, mamá? ¿Me he portado mal?

Lejos de mencionar lo compartido con Hamon o que asesinó a este último, Azalea se disponía a mantener aquello en secreto para siempre. Ambos repararon en cómo el capitán de un barco cercano los llamaba mientras movía las manos. Aquel individuo no tardó en recordar que «le quedaban muchas mercancías por entregar y que no le pagaban por estar parado». — No es nada, tesoro. Vamos a hacer un viaje juntos, ¿eh? Será divertido. — Pronunciadas aquellas palabras Azalea y su retoño se subieron al navío, a bordo del cual abandonaron Puerta al Paraíso para no regresar jamás.